DIVINIDAD

En la noche te deshojabas
y desprendías de tus ramas
frutos del amor en mis labios.

Así heredarás la tierra inerte, decías.
Todo lo que alcanza la vista será tuyo.
Todo lo que pueda darte, decías.

Serás sangre viva en mis manos,
un nuevo Ser eterno... tantas promesas.

Tú eras una diosa revelada a su creación.
Oh, Inanna colmada de sacrificios,
yo te ofrezco mi pecho abierto.

No importan tus burlas, de divinidad consumada
ni tu voz lejana que me humilla.

¿No ves este corazón cabalgando
la piel herida?

Se escribirá esta historia en tablillas de barro,

pequeñas letras cuneiformes
que descubrirán siglos después
y dirán que todo era un mito, una leyenda
para asustar a los enamorados con
lo que no sebe hacer.
No entenderán de altares

ni de jarras de vino
derramadas en la tierra.

Tampoco comprenderán
lo sagrado de tu naturaleza
ni de los ríos que bañaban tu cuerpo.

Apenas quedará de esto
un recuerdo pasado de generación en generación,
un murmullo que se repite al cantar
cuando se sieguen los campos.

BÚSQUEDA

Te he buscado sumida en el delirio,
por las fuentes de aguas oscuras
en calles sin nombre. Eran oasis
helados en mis manos.

Y yo, débil carne habitada por ti,
me he dedicado a acariciar
otros cuerpos, a corromper tu pureza
de álamo blanco en las riberas.

No dejo de tropezarme con trampas
para sacarme del camino de tu encuentro.

He gritado tu piel
y los edificios me respondían sin voz
abriendo sus bocas profundas
y al verme reflejada en su interior,
inmensamente sin ti, huía.

Te he buscado desesperadamente,
sin refugio al que asirme,
sin más brazos que los míos para
encontrar un consuelo.

Necesito que salgas de mí otra vez
para poder encontrarte,
para que pare esta persecución
sin sentido,

este atrapar cuerpos que no son el tuyo
y que no me sacian.

¿Dónde queda la albufera de mi alma para
navegar por ella y hundir mis manos
en el oleaje?

¿Estarás allí a mi espera?